Destacada geóloga y alquimista francesa, pasa por ser la primera mujer zahorí y la primera geóloga que ha habido en la historia de Francia. Dedicó 30 años de su vida al estudio de las matemáticas, la química, la mecánica y la hidráulica. Permaneció encarcelada en Vincennes junto a una de sus hijas, donde falleció.
Nacida entre 1585 y 1590 en Francia, su apellido es el de una familia de la baja nobleza de la Turena y Berry, por lo que podría haber nacido en alguna de estas dos regiones francesas. Su pertenencia a una familia acomodada le permitió recibir una esmerada educación sobre matemáticas, alquimia, química, mecánica e hidráulica, además dominaba varios idiomas, como se aprecia en sus obras, escritas en un francés muy elegante.
Dominaba el latín y contaba con ciertas nociones de hebreo, algo inaudito en una mujer de su tiempo. Asimismo, desde muy temprano debió de recibir una formación científica, centrada en la astrología y, en especial, en la mineralogía, pues según se viene repitiendo era ésta “una ciencia hereditaria en su casa” (Duvergier de Hauranne 1744, Vol. 2: 754).
Dominaba el latín y contaba con ciertas nociones de hebreo, algo inaudito en una mujer de su tiempo. Asimismo, desde muy temprano debió de recibir una formación científica, centrada en la astrología y, en especial, en la mineralogía, pues según se viene repitiendo era ésta “una ciencia hereditaria en su casa” (Duvergier de Hauranne 1744, Vol. 2: 754).
En 1610 Martine se casó con el ingeniero belga Jean du Châtelet, Barón de Beausoleil (1578-1645), especialista en mineralogía, considerado como uno de los mejores rabdomantes (hoy radiestesia), de la época quien, consciente de la importancia que tenía la experimentación y deseoso de adquirir conocimientos prácticos, había recorrido las minas de media Europa, antes de recalar en Francia.
Tras la boda y, durante los primeros 16 años de matrimonio, el barón prosiguió incansable sus viajes, acompañado por su esposa. En el curso de estos años Martine amplió su formación científica y aprendió español, italiano y alemán. Se interesó por los trabajos de su marido y amplió sus conocimientos sobre los yacimientos metalíferos. Viajaron a la Guayanas para investigar yacimientos de minerales en el subsuelo, realizando descubrimientos radiestésicos, llegando en sus búsquedas hasta Bolivia, en América del Sur.
En 1626, la pareja regresó a Francia, donde muchas minas, conocidas desde la época romana y explotadas durante todo el Medioevo, habían dejado de ser rentables o bien se habían abandonado. En este contexto, la tarea de los Beausoleil consistía en reabrir las minas que estuviesen en situación de volverse a explotar y localizar nuevos yacimientos, con el fin de mejorar las finanzas de la monarquía. Los dos esposos cumplieron ese objetivo, recorriendo el sur de Francia, y la Bretaña, con la intención de proseguir sus pesquisas por el noroeste del país.
Con autorización permanente del rey Luis XIII y del Cardenal Richelieu, descubrieron más de 150 minas: de oro, plata y cobre en los Pirineos; minas de hierro y de galena argentífera en el condado de Foix; de carbón en el Languedoc, y muchas otras minas en Provencia, Bretaña, Normandía, Picardía, etc. Todos los trabajos eran financiados únicamente con los recursos de la pareja y las herramientas y métodos que utilizaban para sus investigaciones eran la brújula, el astrolabio y las varillas radiestésicas con símbolos astrológicos.
En la Edad Media se designaba a la Varilla o Baqueta con el nombre de Virgula Divina, siendo el instrumento más antiguo, el instrumento pionero de la Radiestesia, según el autor alemán Georg Kirchner. Martine de Bertereou hizo conocer en Francia, siete varillas o baquetas, a las que dió nombres muy curiosos: la luminosa, para buscar oro; la saltarina, para el cobre; la deslumbrante, para la plata; la batiente, para el plomo; la elevante, para el hierro, y la obvia, para el mercurio.
Con autorización permanente del rey Luis XIII y del Cardenal Richelieu, descubrieron más de 150 minas: de oro, plata y cobre en los Pirineos; minas de hierro y de galena argentífera en el condado de Foix; de carbón en el Languedoc, y muchas otras minas en Provencia, Bretaña, Normandía, Picardía, etc. Todos los trabajos eran financiados únicamente con los recursos de la pareja y las herramientas y métodos que utilizaban para sus investigaciones eran la brújula, el astrolabio y las varillas radiestésicas con símbolos astrológicos.
En la Edad Media se designaba a la Varilla o Baqueta con el nombre de Virgula Divina, siendo el instrumento más antiguo, el instrumento pionero de la Radiestesia, según el autor alemán Georg Kirchner. Martine de Bertereou hizo conocer en Francia, siete varillas o baquetas, a las que dió nombres muy curiosos: la luminosa, para buscar oro; la saltarina, para el cobre; la deslumbrante, para la plata; la batiente, para el plomo; la elevante, para el hierro, y la obvia, para el mercurio.
Martine publicó entre 1620 y 1640, varias obras sobre metalurgia, tipo de minas, fundiciones y métodos científicos de localización de yacimientos. Sin embargo, sus labores pronto fueron interrumpidas por un triste incidente, cuando en 1627, mientras el barón se encontraba en el bosque de Buisson Rochemares, buscando una mina, y la baronesa se hallaba en Rennes, presentando ante el parlamento bretón las credenciales que Luis XIII les había dado, su casa de Morlaix fue saqueada, por orden de un “preboste del duque de Bretaña”, apodado La Touche-Grippé.
Todos sus bienes fueron requisados y a ellos se les acusó de emplear artes diabólicas para localizar las minas y aunque las acusaciones de brujería no prosperaron, sus bienes no les fueron devueltos y decidieron trasladarse a Alemania, donde en 1629, el emperador Fernando II nombró a Jean de Châtelet consejero y comisario de las minas de Hungría. Sin embargo, en cuanto les surgió la primera oportunidad regresaron a Francia y el emperador aceptó mantener como responsable de las minas de Hungría a Hercule, hijo mayor de la pareja, e incluso aceptó escribir para ellos una carta de recomendación.
En 1632 el matrimonio regresa a Francia, acompañado por 60 mineros de Europa central. Las comisiones recibidas en 1626 fueron confirmadas, pero pronto resurgieron los problemas que les habían llevado a dejar Bretaña. Esta vez fueron los parlamentos de Pau y de Dijon los que rechazaron colaborar con los Beausoleil. Quizás por ello, en previsión de futuros conflictos, la baronesa escribió una carta abierta a Luis XIII, Verdadera declaración hecha al rey de Francia (1632), en cuyo preámbulo se vio obligada a justificar por qué, siendo mujer, se había atrevido a presentar tal escrito:
Varios, viendo en el frontispicio de este discurso el nombre de una mujer, me juzgarán al mismo tiempo más capaz de la economía de una casa y de las delicadezas acostumbradas de este sexo, que capaz de perforar y cavar en las montañas, y juzgar muy exactamente los grandes tesoros y bendiciones en cerradas y ocultas en aquellas. Opiniones verdaderamente perdonables a los que no han leído las historias antiguas, en las que se ve que las mujeres no han sido solamente belicosas y valerosas con las armas, sino también doctas en la Filosofía, y que han enseñado en las escuelas públicas entre los Griegos y Romanos.
La Verdadera declaración es una interesante memoria, en la que menciona las más de 150 minas que habían descubierto y explica la importancia que tales hallazgos tenían para la economía del país.
Lamenta que esos descubrimientos, tan provechosos para las arcas reales, habían sido sufragados con su propio dinero y solicita que se les recompense de algún modo, devolviéndoseles los bienes que les habían sido confiscados en Bretaña y otorgándoles las concesiones para explotar algunas de esas minas. En último término, insinúa que algunas personas de la Corte envidian los éxitos que su trabajo podía reportarles y se burla de quienes nunca han entrado en una mina y no tienen conocimientos prácticos, pero se creen expertos en mineralogía por el simple hecho de haber leído a Plinio.
Lamenta que esos descubrimientos, tan provechosos para las arcas reales, habían sido sufragados con su propio dinero y solicita que se les recompense de algún modo, devolviéndoseles los bienes que les habían sido confiscados en Bretaña y otorgándoles las concesiones para explotar algunas de esas minas. En último término, insinúa que algunas personas de la Corte envidian los éxitos que su trabajo podía reportarles y se burla de quienes nunca han entrado en una mina y no tienen conocimientos prácticos, pero se creen expertos en mineralogía por el simple hecho de haber leído a Plinio.
Luis XIII respondió a la Verdadera declaración manteniendo y ampliando su confianza en los barones y nombró a Jean de Châtelet Inspector General de todas las minas de Francia, pero evitó atender las demandas económicas de la pareja. El matrimonio resistió seis años y amplió sus pesquisas a otras regiones, sin embargo, al ver que seguía sin llegar la ayuda y estando en una situación económica muy apurada, Bertereau se animó a escribir otra petición, la Restitución de Plutón (1640).
Las intenciones de la obra se parecen mucho a las de la carta de 1632, si bien en esta ocasión, se dirige al cardenal Richelieu y no al rey. Su escrito se refería a un balance de los hallazgos realizados y una petición de ayuda económica para proseguir con su trabajo. Con gran determinación y audacia, Martine afirmaba que estos descubrimientos y las riquezas enterradas le pertenecían al pueblo de Francia y reclamaba justicia por sus trabajos. En su obra La Restitución de Plutón, incluye un apartado titulado Espíritu universal en todos los elementos, pruebas de la transmutación de los metales, en el que sostiene la existencia de un Espíritu Universal presente en todas las sustancias Elementales, que es el responsable de los procesos de generación, de que cada cosa produzca su semejante. La existencia real de este Espíritu «....se puede probar diariamente en las minas, en las que todos los metales tienen un principio de crecimiento por un licor vaporoso, que sale de las matrices metálicas, pues se forma como un aceite graso, o como mantequilla, al final del cual encontramos a menudo oro y plana finos». Continúa en el apartado Elixir de los Antiguos, afirmando que los antiguos Filósofos, refiriéndose a los alquimistas, han utilizado esa sustancia para componer el gran Elixir, «que cura todas las enfermedades más incurables, y purga los metales de sus imperfecciones, y los lleva al grado supremo al que la naturaleza tiende después de largos años». Es decir, que transmuta los metales no nobles, en oro, el más perfecto de todos ellos.
No obstante, Richelieu reaccionó de una manera muy distinta a como lo había hecho años atrás el monarca, pues no sólo no satisfizo sus demandas, sino que, además, utilizó el tratado de Beausoleil para acusar al matrimonio de brujería y encarcelarlos por separado. Sin juicio alguno, les fueron incautados numerosos aparatos científicos, libros y monedas de oro. Sin reconocer su valía científica y técnica, sus libros fueron ignorados. A Jean de Châtelet lo confinó en la Bastilla, donde pasaría el resto de sus días, hasta su muerte en 1645. Por su parte, Bertereau fue encarcelada en Vincennes junto a una de sus hijas. El rastro de ambas mujeres se pierde en prisión, aunque se calcula que no debieron de tardar mucho en morir, al menos Martine, cuya muerte se suele situar hacia 1642/43.
Desgraciadamente, a pesar del interés de sus propuestas y pese a lo atractivo de su personalidad, Bertereau ha sido un personaje maldito y condenado al olvido. Gracias a sus trabajos de exploración y localización de las minas, fue posible relanzar la actividad minera en Francia, que había estado suspendida durante la Edad Media y actualmente, el matrimonio Beausoleil está considerado el mejor equipo descubridor de minas conocido en el mundo y Martine una de las primeras mujeres de la que se tiene noticias acerca de su actividad como geóloga, que debido a su interés por la mineralogía, dedicó 30 años de su vida al estudio de las matemáticas, la química, la mecánica y la hidráulica.
Fuentes: Dossiers Feministes, 14, 2010; mujeres y ciencias; Joaquín Pérez Pariente, ignacio m. Pascual Valderrama sobre la relación entre la mujer y la alquimia: del laboratorio al símbolo; Wikipedia
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