Las dos mujeres piratas más famosas del siglo XVIII fueron Anne Bonny y Mary Read, ambas consideradas muy peligrosas por la Justicia, llegándose a ofrecer en 1720 una cuantiosa suma por sus cabezas.
Anne Cormac nació en County Cork en 1698, hija del hombre de leyes William Cormac y la criada de su esposa, Mary o Peg (se desconoce el nombre con exactitud) Brennan. El adulterio del hombre fue descubierto y, a consecuencia del revuelo que la noticia causó entre los vecinos y sus comentarios y reproches, Cormac tuvo que emigrar. Así, se trasladó con Anne y su madre biológica a Charleston, en Carolina del Sur.
En el nuevo país el padre de Anne Bonny supo arreglárselas para volver a amasar una fortuna invirtiendo en distintos tipos de plantaciones. Gracias a esto logró mantener el nivel de vida acomodado que llevaba en Irlanda. La habilidad de su padre con los negocios permitió a Anne Bonny vivir una adolescencia alejada de la pobreza y obtener un buen nivel educativo. Sin embargo, debido a su carácter rebelde, tuvo continuos enfrentamientos con su progenitor hasta que abandonó el hogar para buscar fortuna en las Bahamas.
Anne era una niña con mucho temperamento que montaba a caballo y usaba las pistolas mejor que muchos muchachos de su edad. El genio de Anne era bien conocido y su leyenda cuenta que cuando era una adolescente apuñaló a una criada inglesa de la plantación con un cuchillo de carnicero.
Aburrida de la vida tranquila en la plantación de su padre, Anne buscó nuevas aventuras y se enamoró de un antiguo pirata llamado James Bonny. Se casó con él y adoptó así el nombre de Anne Bonny. Al parecer, James había planeado robar la plantación de Guillermo Cormac a través del matrimonio con su hija, pero el padre de Anne lo descubrió y la desheredó. La leyenda cuenta que como venganza, Anne quemó la plantación de su padre, aunque este hecho no consta en ningún documento de la época.
Escaparon a Nassau, en las Bahamas, donde Anne trabajó como tabernera. Fueron varios los factores que contribuyeron a que se hiciera pronto célebre en la isla. Tenía un carácter arrollador, sus modales eran similares a los de cualquier pirata y, además, era atractiva. Todo esto, unido al hecho de que su marido pasaba largas temporadas fuera de casa a consecuencia de su empleo, provocó que fuera cortejada con frecuencia y que tuviera numerosos escarceos amorosos.
Según algunas anotaciones, pasaba mucho tiempo en los muelles con un pirata homosexual apodado 'Pierre'. Era éste un personaje bastante respetado en la isla (entre piratas no se solía hacer discriminaciones por la inclinación sexual) y Anne tuvo que competir frecuentemente con él en sus conquistas amorosas. Otra figura importante de aquella época fue Chidley Bayard, uno de los hombres más ricos del Caribe, de quien se encaprichó rápidamente. Según se cuenta, el adinerado caballero viajaba en compañía de su amante, María Vargas, una española de dudosa reputación y de un carácter tan violento como el de Anne. El encuentro entre ambas mujeres terminó en un duelo a muerte del que Anne salió victoriosa. Tras ello, viajó asiduamente con su nuevo amante y disfrutó algunos meses gastando su dinero y gozando de un alto nivel de vida que le resultaba más que agradable.
Sus aventuras con Bayard terminaron pronto. En una fiesta en la mansión del gobernador de Jamaica la hermana de éste se mofó de Anne Bonny acusándola de ser la meretriz del millonario ante lo que Anne la agredió con un tablón de madera, asestándola un golpe que le hizo perder varios dientes. Chidley Bayard usó su influencia con el gobernador para evitar la detención de la chica, pero tras estos hechos decidió separarse de ella por considerarla una fuente de problemas.
Pronto descubriría que quería ser pirata. Ningún capitán aceptaba mujeres entre sus hombres, así que se disfrazó y con su atuendo de hombre se enroló con John Calico Jack Rackham. Al poco tiempo, abandonó a su marido por John y durante aquel año ambos viajaron dando pequeños golpes. Fueron grandes días para Anne y Jack, días que marcarían sus vidas. Pero la desgracia llegó cuando Anne tras descubrir que había quedado embarazada, acabó abortando de forma natural. Tal acontecimiento la dejó muy afectada y Jack y ella se volvieron a New Providence donde gracias a los contactos y amistades que tenía en la isla, Anne supo que su marido James era consciente de su engaño con Jack y que había denunciado el caso al gobernador. Pero casualmente también llegaron a sus oídos los rumores de un complot contra la vida del gobernador. Anne no dudó entonces en avisar de tales planes al mismo, con lo que se ganó su favor. Por este motivo, al volver de alta mar su marido James, el gobernador fue indulgente con el adulterio de Anne con Jack y sugirió a este último que pagase al marido por el divorcio con la chica. James se negó a aceptar el acuerdo y entonces, la pareja, antes de que el gobernador cambiase de opinión, decidió reunir una tripulación para después robar un barco en el puerto y partir a alta mar, reanudado así su carrera en la piratería, pero esta vez al mando de su propio barco.
Ann seguia vistiendo ropas masculinas, era experta en el manejo de pistolas y machete y era considerada tan peligrosa como cualquier pirata masculino. Al poco tiempo Jack y Anne capturaron un barco alemán, donde un joven extremadamente delicado y bello llamó la atención de Anne. Jack receloso de la relación más allá de la amistad entre Anne y el joven, pidió explicaciones y descubrió entonces que tal joven no era si no otra mujer que se había vestido de hombre. Esa otra mujer pasaría también a la historia de la piratería conocida como Mary Read.
Con Mary como nueva compañera la fortuna siguió sonriendo a la pareja, ambas mujeres peleaban igual o mejor que cualquier hombre y no hubo problemas con el resto de tripulantes. A pesar de que el tiempo pasó y fueron muchas las aventuras con desenlaces victoriosos, en 1720, un navío dirigido por el comandante Jonathan Barnet a las órdenes del gobernador de Jamaica puso fin a sus días de piratería. La captura del barco de Rackham fue tarea sencilla, pues la mayoría de los tripulantes, poco precavidos, estaban ebrios y apenas opusieron resistencia. De hecho, la leyenda cuenta que precisamente fueron las dos mujeres las últimas en caer y quienes permanecieron en cubierta luchando como diablos hasta que fueron capturadas por la fuerza
Anne y Mary Read confesaron ser mujeres ante el tribunal y abogaron por ser juzgadas separadamente de los hombres y tras comprobarse que ambas estaban embarazadas, el tribunal ordenó que serían juzgadas por separado después de que dieran a luz, pero igualmente fueron condenadas a la horca. Mary Read escapó de la horca al morir de una fiebre mientras estaba en la cárcel. Anne, sin embargo, recibió varios aplazamientos de su ejecución hasta que misteriosamente desapareció de los expedientes oficiales.
Hay diferentes teorías sobre su supuesto final, se cuenta que la noticia de su captura dio la vuelta al mundo y llegó hasta los oídos de su padre, quien junto a un procurador enamorado, a quien Anne había salvado la vida (al liberarlo tras la captura de su barco), intercedieron para adquirir su libertad económicamente. Una historia paralela cuenta que el indulto de Anne Bonny fue logrado no por la intervención económica de su padre o sus admiradores, si no por una carta que recibió en su domicilio el gobernador de Jamaica, en la cual estaba escrito:
"Si Anne Bonny no es liberada inmediatamente será mejor que se preparen desde Port Royal hasta Kingston para el trueno de los cañones de mis barcos". Tal misiva estaría firmada por Bartholomew Roberts uno de los mayores piratas de todos los tiempos.
Tras su liberación se pierde el rastro histórico de Anne Bonny, quien entonces contaba con apenas 21 años y dio a luz a su hijo en libertad.
Siempre ha habido mujeres embarcadas como pescadoras, comerciantes, asalariadas de la Marina... pero también hubo quienes formaron parte de tripulaciones piratas o de la población de los puertos y refugios de corsarios y filibusteros. Aunque la geografía de la piratería, masculina o femenina, es universal, no se sabe mucho de las bandidas del África occidental, de las del subcontinente indio o de Oceanía, y ha habido muy pocas en el mundo árabe. Sabemos más, en cambio, de las de China y del sudeste asiático. Y, por supuesto, las ha habido en la América colonial y, sobre todo, en Europa.
Fuentes: Thalassa-online: wikipedia; Ester Boldú.
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