Una vida repleta de heroísmo que ha estado oculta en la historia durante más de medio siglo. Esta trabajadora social polaca, salvó la vida de 2.500 niños judíos, sacándolos a escondidas del gueto de Varsovia. Mientras la figura de Oscar Schindler era aclamada por medio mundo, Irena Sendler seguía siendo una heroína desconocida fuera de Polonia y apenas reconocida en su país por algunos historiadores.
Irena Sendler nació un 15 de febrero de 1910 y fue siempre una mujer de gran coraje, muy influida por su padre, un médico rural que murió cuando ella tenía sólo 7 años. De él siempre recordaría dos reglas que siguió a rajatabla a lo largo de toda su vida. La primera: que a la gente se la divide entre buenos y malos sólo por sus actos, no por sus posesiones materiales; y la segunda: a ayudar siempre a quien lo necesitase.
Así la pequeña Irena se hizo mayor y comenzó a trabajar en los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Varsovia, al tiempo que se unía al Partido Socialista Polaco. Corrían los años 30 y destacaba en los proyectos de ayuda a pobres, huérfanos y ancianos.
Según ella misma ha relatado
Conocedora de los planes de los nazis para los judíos, comenzo a pasar niños escondidos en el fondo de su caja de herramientas y llevaba un saco de arpillera en la parte de atrás de su camioneta (para niños de mayor tamaño). También llevaba en la parte de atrás un perro al que entrenó para ladrar a los soldados nazis cuando salía y entraba del gheto. Por supuesto, los soldados no querían tener nada que ver con el perro y los ladridos ocultaban los ruidos de los niños. Otra manera era a través de una iglesia con dos accesos, uno al gueto y otro secreto al exterior. Los niños entraban como judíos y salían al otro lado como nuevos católicos.
Logró reclutar al menos una persona de cada uno de los diez centros del Departamento de Bienestar Social. Con su ayuda, elaboró cientos de documentos falsos con firmas falsificadas dándole identidades temporarias a los niños judíos.
Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de la paz. Por eso no le bastaba solamente mantener a esos niños con vida. Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias.
Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de la paz. Por eso no le bastaba solamente mantener a esos niños con vida. Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias.
Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades. Anotaba los datos en pequeños trozos de papel y los guardaba dentro de botes de conserva que luego enterraba bajo un manzano en el jardín de su vecino. Allí guardó, sin que nadie lo sospechase, el pasado de 2.500 niños, hasta que los nazis se marcharon.
y paso varios meses en la terrorífica prisión de Pawlak, bajo el atento cuidado de los carceleros alemanes, que no pudieron quebrar su silencio. No dijo ni una palabra cuando la condenaron a muerte, una sentencia que nunca se cumplió porque, camino del lugar de ejecución, un soldado la dejó escapar. La resistencia le había sobornado. No podían permitir que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños. Así fue como pasó a la clandestinidad y, aunque oficialmente figuraba como ejecutada, en realidad permaneció escondida hasta el final de la guerra participando activamente en la resistencia.
Con el final del conflicto se desenterraron los botes escondidos bajo el manzano, y los 2.500 niños rescatados del gueto recuperaron sus identidades olvidadas.
La gran mayoría había perdido a sus progenitores, así que muchos fueron enviados con otros familiares o se quedaron con familias polacas, pero todos conservaron a lo largo de su vida un agradecimiento infinito a Irena Sendler.
La gran mayoría había perdido a sus progenitores, así que muchos fueron enviados con otros familiares o se quedaron con familias polacas, pero todos conservaron a lo largo de su vida un agradecimiento infinito a Irena Sendler.
Tras los nazis llegó el comunismo y la aventura de Irena quedó olvidada entre las nuevas doctrinas. Ella, que ya tenía dos hijos, volvió a ser trabajadora social y a su vida tranquila, sólo truncada por las pintadas, en la puerta de su apartamento, en las que le acusaban con necedad de ser «amiga de los judíos» o la llamaban la «madre de judíos».
encadenada a su silla de ruedas, en parte debido a las lesiones que arrastraba tras las torturas a las que fue sometida por la Gestapo. «Le rompieron los pies y las piernas, pero no lograron que les revelase el paradero de los niños que había escondido ni la identidad de sus colaboradores».
Fuentes: Wikipedia; Ignacio Temiño, El blog alternativo
Me ha conmovido realmente la historia de esta mujer, estoy llorando de emoción. Gracias por recordármela
ResponderEliminarRecordarla es parte de la deuda pendiente no sólo con ella sino con tantas otras que aún permanecen en el olvido.
ResponderEliminarUn abrazo, Leonordeaquitania ( otra gran mujer.....)