viernes, 10 de abril de 2020

Emperatriz Cixi. La pequeña orquidea




Cuando la China imperial llegaba a su fin, una mujer ejerció el poder con ambición y determinación. La emperatriz Cixi, la última de la dinastía manchú, no dudó en eliminar de su camino a todo aquel que le hiciera sombra tanto dentro como fuera de la Ciudad Prohibida. Ella fue capaz de poner  en jaque a Japón y a las potencias occidentales




Yehonala nació en Canton un 29 de noviembre de 1835, su nombre familiar era el de Yehe Nara y pertenecía a un clan de alto linaje de origen manchú. Según algunos escritos, su padre era miembro de la Guardia Imperial que se encargaba de custodiar el Palacio Imperial de la Ciudad Prohibida. 

Cuando era una adolescente, Yehonala se enamoró de un comandante de la guarnición manchú de Pekín llamado Jung Lu, con el que planeó casarse, pero su belleza hizo que fuese elegida como una de las concubinas del emperador Hsien Feng, por lo que se trasladó a vivir a la Ciudad Prohibida.

Durante mucho tiempo, Yehonala pasó totalmente desapercibida entre las muchas concubinas que poblaban la Ciudad Prohibida, hasta que el emperador se fijó en ella. El 27 de abril de 1856 daba a luz un niño, Tongzhi, que se convertía en el primero en la línea sucesoria pues la emperatriz titular, Ci’an no había conseguido darle un heredero al emperador.  Ascendió entonces a la categoría de Consorte Imperial de Primera Clase con el título de I-fei. A pesar de ello no se ganó el afecto del emperador, ya que este consideraba como su concubina favorita a Li fei, quien misteriosamente desapareció cuando Cixi alcanzó la regencia.

Yehonala fue labrando una red de influencias y empezó a ejercer el poder en la sombra, un poder que mantendría en sus manos durante más de 40 años. En 1860 se declaraba la Segunda Guerra del Opio, en la que Inglaterra, ayudada por Francia, iniciaba por segunda vez un conflicto armado contra China para hacerse con el lucrativo comercio del opio. Ante la amenaza de los ejércitos occidentales que llegaron hasta las puertas de la Ciudad Prohibida, la familia imperial huyó para refugiarse en la residencia de caza de Yehol.

Agotado y afectado por el consumo de opio, el emperador moría el 22 de agosto de 1861. Yehonala tomó entonces el nombre de Cixi  que significaba “bondadosa y virtuosa”. Los asuntos de estado pasaron a ser ejercidos por un Consejo de Regencia, formado por ocho miembros de la corte. Pocos meses después Cixi y la concubina de mayor edad del fallecido emperador, Tzu An, fueron nombradas regentes y asumieron el control total del poder, si bien contaron con la fuerte oposición de un influyente grupo de nobles y consejeros imperiales. Sin embargo, las dos mujeres disponían del apoyo de la Guardia Imperial, quienes veían con buenos ojos que el poder fuera ejercido por la hija de unos de sus oficiales.





El gobierno de estas dos mujeres hizo que China viviera un período de revitalización económica, cultural y política. Armaron al ejército al estilo occidental, crearon un servicio de Asuntos Exteriores, fundaron escuelas de idiomas y el comercio comenzó a ser gestionado por expertos extranjeros. Aunque el emperador era solo un niño, las dos emperatrices no podían ejercer el gobierno abiertamente, por lo que hicieron construir una pantalla de bambú tras el trono. Cuando los funcionarios gubernamentales daban sus informes al joven emperador, Cixi se colocaba detrás de la pantalla y decía a su hijo lo que debía decir. Durante el gobierno de las dos regentes la influencia occidental fue en aumento en China, aunque su carácter conservador hizo que se opusieran a la implantación de inventos occidentales como el telégrafo y el ferrocarril.

Tzu An y Cixi entregaron en 1873 el poder a Tongzhi cuando éste alcanzó los dieciséis años de edad y contrajo matrimonio con Alute, la hija de un noble manchú, que de esta forma pretendía seguir influyendo sobre Tongzhi. 

Para evitar la pérdida de influencia sobre su hijo, le conminó a que no tomase concubinas y aunque la regencia había finalizado oficialmente la madre del emperador siguió llevando en la oscuridad las riendas del gobierno. Los miembros de las legaciones diplomáticas extranjeras eran conscientes de que detrás de todas las decisiones del emperador se encontraba la mano de Cixi. Dos años después se produjo la muerte de Tongzhi y si bien la causa oficial fue la viruela, pronto surgieron rumores de que la muerte fue causada por su madre. Poco después, su esposa Alute se suicidó tomando veneno por lo que se comenzó a especular si fue incitada por su suegra, quien la podía ver como una rival para mantener el control sobre el poder.

Las dos emperatrices volvían entonces a asumir la regencia durante 7 años, hasta la muerte de la emperatriz Ci’an. Cixi gobernaría entonces en solitario. La antigua concubina, consciente de la falta de un heredero directo, pues a pesar de que su hijo Tongzi se había casado no había tenido descendencia, escogió a su sobrino, un niño de 3 años, como el próximo emperador. El pequeño Guangxu creció al lado de su tía hasta que cumplió la mayoría de edad y asumió el poder.  Un poder relativo pues, igual que el anterior emperador, Guangxu fue una marioneta en manos de la emperatriz Cixi.

La estricta educación confucionista de Guangxu hizo que éste se mostrara incapaz de oponerse a su tía. La corrupción en el gobierno de Cixi fue en aumento, lo que incrementó el malestar hacia la figura de la regente en las filas de los sectores más progresistas de China. Su imagen se vio seriamente deteriorada tras una derrota naval infringida por la armada de Japón, causada principalmente al desvió de fondos destinados al mantenimiento de la flota china para su uso personal. Comenzó a surgir un movimiento opositor que pedía la inmediata aplicación de profundas reformas en el gobierno. Entregó el poder a Guangxu en 1898, cuando este alcanzó la mayoría de edad., obligándole  a contraer matrimonio con una sobrina suya, a través de la cual trataba de continuar influyendo en la política. Cixi oficialmente abandonó cualquier tarea de gobierno y se retiró a vivir al palacio de verano que se había hecho construir al noroeste de Pekín.


Comenzaron a surgir rumores de que el emperador era inocente e incompetente, y que era visitado frecuentemente por ella para darle consejos. Sin embargo el emperador se acercó a los elementos progresistas, que pedían la modernización de China y tomó una serie de medidas liberales en la enseñanza, la hacienda y el ejército, que molestaron a Cixi y su círculo de colaboradores conservadores. La antigua regente con la ayuda del ejército dio un golpe de Estado y recuperó el poder, anuló todas las reformas emprendidas por el emperador, al que confinó en la Ciudad Prohibida aislado del resto de la corte, aunque la dejó seguir gobernando como mera figura decorativa. El emperador tan solo abandonaba su encierro para realizar ciertas apariciones públicas con motivo de algunas celebraciones públicas. Los principales líderes reformistas fueron ejecutados u obligados a exiliarse.

En aquellos años la emperatriz Cixi hizo prevalecer sus ideas conservadoras y antioccidentales. Con la intención de preservar la dinastía y la tradición, la emperatriz no dudó incluso en aliarse con los bóxers durante su rebelión. En este tiempo, las fuerzas conservadoras e inmovilistas chinas intentaron frenar las influencias japonesas y occidentales. En los levantamientos, miles de extranjeros, progresistas y cristianos fueron asesinados.

La emperatriz Cixi tuvo que asumir la derrota de los bóxers y aceptar las condiciones de paz dictadas por Japón y las potencias occidentales, un tratado de paz humillante, conocido como la Paz de Pekín, y en el que se concedían importantes privilegios comerciales a las potencias extranjeras. Muchos miembros de la corte imperial se exiliaron y otros fueron ejecutados u obligados a suicidarse.

A su regreso del exilio en 1902 emprendió una serie de reformas que retomaban los planes reformistas de Guangxu que ella misma había paralizado en 1898, aunque siguió sin dejar participar al emperador en las labores de gobierno. Comenzó a construir líneas de ferrocarril, estableció escuelas modernas y otras innovaciones occidentales, declaró ilegal el opio, y prohibió que fuera fumado bajo pena de decapitación, acabó con los privilegios de los manchúes y permitió a población de origen chino establecerse en Manchuria.

Tras prometer la elaboración de una Constitución y el establecimiento de un gobierno representativo, ordenó el envenenamiento del emperador el 14 de noviembre de 1908. Un día después Cixi falleció, no sin antes haber nombrado como sucesor a su sobrino Puyi, que contaba con tres años de edad, y que se convertiría en el último emperador de China y siendo ella la ultima emperatriz de China.



FUENTE: Texto extraído de www.mcnbiografias.com"; mujeresenlahistoria.com

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