María II de Portugal, apodada como “la Educadora” fue soberana del país luso entre 1826 y 1828 y entre 1833 y 1853. Entre los logros de su reinado figuran la aparición de la enseñanza gratuita, los primeros liceos, las facultades de medicina de Lisboa y Oporto, las escuelas industriales y agrícolas, así como la adopción del sistema decimal.
Nacida en el palacio de San
Cristóbal (Río de Janeiro), el 4 de abril de 1819 es hija de Pedro I de Brasil y
IV de Portugal y de la archiduquesa Leopoldina de Austria. Fue bautizada a los
pocos días de nacer y se le impusieron los nombres de María da Gloria Juana
Carlota Leopoldina de la Cruz Francisca Javier de Paula Isidora Micaela
Rafaela. Así tras su presentación oficial recibió de manos de su padre el
título de princesa de Oráo-Pará.
Pero la joven princesa a pesar de
que creció rodeada de comodidades no tuvo una infancia feliz, puesto que perdió
a su madre a edad muy temprana y la agitada
situación política marcó notablemente su educación, ya que cinco años después
de la proclamación de su padre como emperador de Brasil, tras la muerte de Juan
VI de Portugal y la renuncia de éste al trono, fue nombrada heredera a la
corona portuguesa a pesar de que sólo contaba con 7 años de edad. Así poco
tiempo después se negoció su matrimonio con su tío, el infante Miguel, el cual
a pesar de la gran diferencia de edad que existía entre ellos aceptó el
compromiso.
En el mes de julio de 1828, dos
años después de producirse la abdicación de Pedro I al trono de Portugal,
cuando María contaba con nueve años, su padre preparó su viaje a Europa, para
que tuviera lugar el proyectado matrimonio y para que fuera proclamada reina.
El emperador brasileño puso a su hija bajo la custodia del marqués de
Barbacena, el cual recibió ordenes de acompañar a la princesa a Austria, donde
se encontraba su prometido. Pero los acontecimientos no transcurrieron como el
emperador de Brasil esperaba, ya que su hermano tras haber asumido la regencia,
llegó a Lisboa y se proclamó rey de Portugal, negándose además a cumplir su
compromiso matrimonial.
Por ese motivo el mencionado
marqués, que no confiaba que Austria fuera un sitio seguro para su protegida,
decidió alterar el itinerario del viaje por lo que María fue conducida a
Inglaterra, donde se habían refugiado gran número de liberales, que se oponían
firmemente al gobierno absolutista de Miguel I. Los liberales portugueses
pretendían conseguir el apoyo del gobierno de Inglaterra para que María fuera
nombrada reina constitucional, pero muy pronto sus negociaciones se vieron
interrumpidas, ya que el primer ministro inglés había decidido no intervenir en
el conflicto portugués. Por ese motivo en el año 1829 María recibió
instrucciones de su padre para que regresara a Brasil.
María no emprendió el camino de
regreso sola a su país de nacimiento, ya que estaba acompañada por un numeroso
séquito, en que se encontraba su aya Leonor de Cámara, la cual se ocupó no sólo
de la educación de la princesa, sino que también se hizo cargo de las
necesidades afectivas que tenía María, debido a su corta edad y a los duros
acontecimientos a los que había tenido que hacer frente. Además al séquito de
la princesa se había incorporado la prometida de su padre y su futura
madrastra, la princesa Amelia de Beauharnais.
Maria y su esposo Fernando de Saxe Coburgo Gota |
Durante los años siguientes
fueron numerosas las embajadas diplomáticas que envió Pedro I a Europa con la
misión de conseguir el apoyo para la causa de María, la cual permaneció junto a
su padre y su madrastra en el mencionado palacio de San Cristóbal. En el año
1831 la situación de la familia real brasileña cambió bruscamente, ya que el
emperador se vio obligado a abdicar y a abandonar el país. El destronado Pedro
I se dirigió entonces a la Corte del rey de Francia Luis Felipe de Orleans,
donde María completó su educación junto con los hijos del monarca. Poco tiempo
después, Pedro I se dirigió al archipiélago de las Azores con el propósito de
ponerse al frente del movimiento de revolucionario que habían formado los
liberales. Así ante lo peligrosos de la situación, éste decidió que su hija y
su esposa permanecieran en París.
María permaneció en Francia hasta
1833, momento en el que el duque de Loulé llegó a París con la misión de
escoltar a la futura reina junto a su padre. Finalmente en 1834 María hizo su
entrada triunfal Lisboa, y fue proclamada reina el 24 de septiembre de ese
mismo año. Debido a que María II era muy joven para hacerse con el control de
la agitada vida política portuguesa, fue necesario establecer un Consejo de
Regencia, que fue presidido por su padre, el cual falleció apenas un año
después de su proclamación.
La repentina muerte del regente
hizo que el Parlamento decidiera declarar mayor de edad a María II, de este
modo cumplían con las indicaciones que había dejado Pedro I en su testamento,
además, siguiendo las mencionadas disposiciones, se iniciaron los preparativos
de la boda de la reina con Augusto de Leuchtenberg.
María II quedó viuda pocos meses
después de haber contraído matrimonio con el príncipe alemán, el 28 de marzo de
1835. Así como de este enlace no había nacido ningún hijo, el parlamento muy
pronto presionó a la reina para que contrajera nuevas nupcias, ya que era
necesario dar a la corona un heredero lo antes posible. Por este motivo se
comenzó a buscar en todas las cortes europeas a un nuevo rey consorte.
El 9 de abril de 1836 María II
contrajo matrimonio con Fernando de Saxe Coburgo Gota, el cual contaba con
apenas 19 años de edad. De este matrimonio nacieron 11 hijos: don Pedro, el
heredero al trono; don Luis, que en el año 1861 sucedió a su hermano; Doña
María, que falleció al poco de nacer; don Juan, que ostentó el título de duque
de Beja; doña María Ana, la cual casó con el rey de Sajonia Jorge III; doña
Antonia, casada con Leopoldo de Hohenzollern; don Fernando, que murió muy
joven; don Augusto, que fue duque de Caminha; y por último mencionar a don
Leopoldo, a doña María y a don Eugenio que apenas vivieron unas horas.
En materia política el reinado de
María II se caracterizó por el exquisito respeto que tuvo ésta hacia el orden
constitucional, por ese motivo intentó solventar las diferencias entre los
liberales y conservadores. Pero no siempre le fue posible evitar los
conflictos, que fueron muy numerosos durante todo su reinado. Así se vio
obligada a aceptar la Constitución de 1822, tras la
revolución de septiembre de 1836, aunque la desaprobaba. Años después, tras la
restauración de la Carta Otorgada de 1824, tuvo que destituir a Antonio Costa
Cabral, que fue acusado por la oposición de ser demasiado autoritario.
En 1835 impulsó la reforma del
sistema monetario portugués, pero un poco antes, en 1833, se había acuñado la
moneda conocida como “la degollada”.
La pieza se denominó así porque, rompiendo la tradición vigente hasta entonces,
el retrato de la reina en el anverso no era el busto, sino solo la cabeza.
Cuenta la historia que a la soberana no le gustó nada -viendo la convulsa
historia de los primeros años de su reinado, puede imaginarse que le parecería
un mal augurio-, de modo que se suspendió la acuñación y estas monedas se
convirtieron en piezas de gran rareza.
La crisis política provocada por
la revolución de María da Fonte fue una dura prueba para María II, la cual
intentó evitar la intervención extranjera en el conflicto y apoyó firmemente la
labor desarrollada por el comandante Saldanha. Por último durante el segundo
gobierno de Costa Cabral, la monarquía lusa estuvo en franco peligro, ya que
los radicales eran partidarios de la proclamación de la república; pero la
promulgación de las primeras Actas Adicionales a la Constitución de 1838, en el
año 1852, logró llevar la calma a la vida política portuguesa.
María da Gloria murió en el
Palacio das Necessidades el 15 de noviembre de 1853, tras el nacimiento de su
hijo Eugenio. El parto fue muy complicado y los médicos muy pronto empezaron a
temer por la vida de la reina, que murió a los pocos minutos de haber dado a
luz, al igual que el infante, a la edad de 34 años.
"FUENTE: www.mcnbiografias.com"
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