Feminista, pedagoga, dirigente bolchevique y figura principal en la Revolución Rusa, creó el nuevo sistema educativo soviético y puso en pie las bibliotecas del estado obrero. Krupskaya es ampliamente conocida por haber sido la compañera de Lenin hasta su muerte. Sin embargo, ese reconocimiento no le hace honor a la gran personalidad de quien fuera, también, una gran dirigente bolchevique.
Nació el 14 de febrero de 1869 en San Petersburgo. Sus padres, ella institutriz y el militar, descendían de terratenientes pobres y compartían las ideas progresistas democráticas revolucionarias de los grupos intelectuales, un hecho que le influyó para tener un nueva visión del mundo. Desde joven se interesó por la enseñanza, en 1886 terminó con éxito su educación secundaria y estudió magisterio pero al finalizar sus estudios no encontró trabajo en la enseñanza primaria. Krupskaya concentraba su atención en las diferencias sociales y comenzó a buscar las causas de la injusticia que en aquellos momentos prevalecían, y la manera de eliminarlas. Fue una lectora entusiasta de obras sobre la sociedad escritas por autores rusos y extranjeros, y estudió las de los fundadores del comunismo científico, Karl Marx y Friedrich Engels.
En 1890, Krupskaya se sumó al movimiento revolucionario y se adhirió a estas ideas coinvirtiéndose en miembro del Círculo Marxista de estudiantes del Instituto Tecnológico de San Petersburgo. Se dedicó a la actividad revolucionaria con los trabajadores dando charlas, impartiendo clases, y familiarizándose con las condiciones de vida y de trabajo de los obreros. Desde 1891 a 1896 formó a los obreros en las ideas socialistas a través de las escuelas nocturnas de alfabetización y se unió a la Liga de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera en San Petersburgo, fundada por Lenin. Arrestada en agosto de 1896, es sentenciada en 1898 a tres años de exilio en Ufá (capital de la República de Bashkortostán), donde escribiría su primer panfleto La mujer trabajadora.
El régimen zarista la condenó a vivir en Alemania, Gran Bretaña y Suiza, pero no le impidió seguir participando activamente del movimiento revolucionario de los exiliados rusos. Fue así que tomó parte fundamental en la publicación y distribución clandestina del periódico Iskra, donde era responsable de las relaciones con los comités del interior de Rusia, que eran los que nutrían al periódico de noticias y denuncias obreras.
Cuando la revolución se encendió en 1905, regresó a Rusia como secretaria del Comité Central del Partido Bolchevique. Pero desde 1907 hasta después de la revolución de febrero de 1917, vivió diez penosos años nuevamente en el exilio, en los que aprovechó para instruirse en temas de educación popular y escribió otro libro, “Gente, Educación y Democracia”. En este tiempo, se familiarizó con las escuelas, las bibliotecas, los profesores y las vanguardias en experiencias educativas. Esto le permitió hacer un análisis crítico del estado de la educación en el mundo, para seleccionar la mejor enseñanza de la teoría y la práctica, y sobre esa base "establecer con la mayor precisión posible la posición marxista en lo que respecta a la escolarización”
Durante la Revolución de octubre, había producido más de cuarenta publicaciones. La más importe fue “ Educación pública y democracia” (terminada en 1915 y publicada en 1917), que contribuyó de manera decisiva al desarrollo de la ciencia educativa marxista.
"Mientras la organización de la enseñanza queda en manos de la burguesía, el trabajo escolar será un arma dirigida contra los intereses de la clase obrera. Sólo la clase obrera puede convertir el trabajo en la escuela ‘un instrumento para la transformación de la sociedad contemporánea’".
Con el triunfo de la Revolución Socialista realizó grandes tareas políticas y educativas; fue adjunta del Comisario del Pueblo (Ministra) de Educación; estuvo a cargo de la elaboración de los aspectos pedagógicos del nuevo sistema de educación, y editó la revista “Hacia una vida nueva”. A partir de 1937, fue nombrada miembro del Presidium del Soviet Supremo de la Unión Soviética, y supo combinar, hábilmente y con eficacia, su trabajo en el gobierno, en el partido y en la educación con sus esfuerzos científicos y literarios.
La actividad feminista desarrollada por Krupskaya fue intensa a lo largo de su vida, y en especial en dos momentos previos a la emancipación de la mujer soviética, participando en 1914 en la redacción del periódico Rabotnitsa ( La obrera ) en cuyo Comité Redactor estaban tambien, entre otras, Inessa Armand, Ludmila Stahl, Alexandra Kollontai, Anna Ulianova-Elizarova, Praskovia Kudelli, Konkordia Samoilova, Klavdia Nikolayeva. Excepto Anna Ulianova-Elizarova, todas las integrantes del consejo editorial fueron arrestadas pocos días antes de que el primer número estuviera en las calles y los ejemplares fueron confiscados por la policía. Ulianova-Elizarova consiguió otra imprenta y, finalmente, los doce mil ejemplares que estaban previstos para conmemorar el Día de la Mujer, salieron a la luz. En el primer número de la Rabotnitsa publicado en febrero de 1914, Krupskaya explicaba las diferencias entre las bolcheviques y las feministas burguesas: “Las mujeres de la clase obrera constatan que la sociedad actual está dividida en clases. Cada clase tiene sus propios intereses. La burguesía tiene los suyos, la clase obrera tiene otros. Sus intereses son opuestos. La división entre hombres y mujeres no tiene gran importancia para las mujeres proletarias. Lo que une a las mujeres trabajadoras con los trabajadores es mucho más fuerte que lo que les divide”.
Además, Krupskaya integró la delegación rusa en la Tercera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, organizada por Clara Zetkin, que se pronunció contra la guerra imperialista. A esta conferencia Internacional de Mujeres Socialistas que tuvo lugar en Berna del 26 al 28 de marzo de 1915, asistieron 25 delegadas: cuatro de Inglaterra, siete de Alemania, tres de Holanda, una de Francia, seis de Rusia y una de Polonia. Siendo Zetkin la secretaria del Buró Socialista Femenino Internacional junto con Krupskaya .
El inicio de la Primera Guerra Mundial ahondaría las diferencias, mientras la Unión de Mujeres por la Igualdad de Derechos, en agosto de 1915, convocaba a una movilización de mujeres de las ‘hijas de Rusia’ en apoyo al gobierno, una campaña para comprometer a todas las mujeres rusas en algún tipo de trabajo relacionado con la guerra, las bolcheviques seguirían la posición de Lenin de que había que convencer al proletariado de cada país imperialista para que volviera las armas contra su propia burguesía.
Esta misma posición llevaron las delegadas bolcheviques a la Tercera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas. Nadezhda K. Krupskaya, recuerda: “Nosotras presentamos nuestra propia declaración. Fue defendida por Inessa. La representante polaca Kamenskaia también habló en apoyo de ésta. Quedamos solas. En todas partes se denunció nuestra ‘escisión’. Pero los acontecimientos pronto probaron la justeza de nuestra posición. El beato pacifismo de las inglesas y las holandesas no avanzó un solo paso en la acción internacional. Finalmente, como una solución de compromiso entre las posiciones pacifistas y la postura adoptada por la delegación rusa, se acuerda pedir el fin de la guerra reconociendo el derecho de los pueblos a ejercer su soberanía, y hacer un llamamiento a las mujeres y a los partidos socialistas de todos los países para que se movilizaran bajo el lema “¡Guerra a la guerra!”.
Krupskaya cree que los "libros para niños son una de las armas más poderosas en manos de los socialistas para la educación de las nuevas generaciones”. Esta creencia en el poder de la alfabetización impulsó su trabajo en el desarrollo de las políticas educativas soviéticas para promover la enseñanza de la lectura y la escritura. Para ella la educación no debe ceñirse sólo a las escuelas, sino que debe incluir la educación continua de adultos, la alfabetización, el desarrollo de las bibliotecas, la emancipación de las mujeres, el Movimiento de la Juventud Comunista, la vocación de la cultura proletaria, la eliminación de la religión, y la organización de la propaganda política.
Las bibliotecas públicas benefician a la sociedad al ofrecer oportunidades a las personas, convirtiéndose en un explícito instrumento en manos de los revolucionarios, que reconocen el papel de las bibliotecas como instrumentos políticos para la reproducción.
El objetivo de las bibliotecas en el sistema soviético era facilitar la movilización de las masas trabajadoras, servir de guía de lectura para la educación comunista y aumentar el nivel cultural facilitando así el dominio de la teoría marxista-leninista. Estas medidas funcionaban a través de la influencia de Krupskaya en el desarrollo de la biblioteconomía en Rusia (Raymond, Boris, 1979), crear instrumentos que permitan concienciar al pueblo sobre la revolución para favorecer la llegada de la revolución posterior.
La biblioteca fue considerada como parte crucial de la infraestructura ideológica de la sociedad soviética, así Krupskaya escribía en 1934: ''A fin de proporcionar a todo el mundo con los libros, es necesario aumentar la publicación de libros de cien o mil veces. Actualmente, dado el colapso general de la economía, esto es imposible de lograr. Por tanto, sólo tenemos una solución: pasar de la persona a la propiedad de uso colectivo de libros. El uso colectivo de los libros sólo es posible con el desarrollo de una amplia red de bibliotecas''. Como Comisaría de Educación, dio la orden de confiscar y nacionalizar todas las colecciones privadas de libros con más de 500 ejemplares. La colectivización de los libros dentro de las colecciones de la biblioteca también facilitó al partido comunista el control sobre sus contenidos. Consciente de su fe en que la libertad intelectual no es compatible con la formación de una sociedad socialista, Krupskaya firmó directrices sobre la censura de las bibliotecas, creyendo que eran necesarias a fin de proteger los intereses de las masas. Durante todo el período soviético, los bibliotecarios se encargarían de mantener actualizada una lista de obras prohibidas y las dejarían ocultas fuera del alcance del público, pasarían a ser “colecciones especiales” de títulos y autores prohibidos y más adelante algunos de ellos serian purgados (Ermolaev, Herman, 1997: 3, 6).
Krupskaya supo reconocer la importancia de las bibliotecas, y decidió que un buen funcionamiento y organización serían un indicador del nivel cultural del pueblo, así creyó que las bibliotecas y los bibliotecarios además de ser proveedores de información, tenían un papel que desempeñar en la construcción de la sociedad soviética. Servirían como instrumentos para erradicar el analfabetismo y mejorar la educación de la población, un elemento importante es la educación moral, que haría de los ciudadanos buenos marxistas/leninistas. Pensaba que “los bibliotecarios debían hacer de cada biblioteca un centro ideológico que ayudaría a construir el socialismo”.
Los logros de los bibliotecarios en el período soviético tuvieron unos resultados espectaculares en la introducción de la alfabetización, así como, dentro de lo que se ha permitido, un nivel de servicio que, en algunos aspectos, serían la envidia de los investigadores en el Oeste. En todas las grandes bibliotecas se hicieron minuciosos y detallados resúmenes de artículos y bibliografías que serían objeto de demanda. Se inició el intercambio bibliotecario de materiales entre las bibliotecas del país, además del canje con las extranjeras con el fin de promover la educación. Las bibliotecas de investigación fueron también centros que favorecieron la publicación de numerosos trabajos sobre temas como Bibliografía, Historia del Libro, Sociología de la lectura, actividades que han sobrevivido en la Rusia postsoviética. Los investigadores se fueron acostumbrando a contar con salas de lectura, con la agilización de los plazos de entrega y con el acceso privilegiado a material restringido. Tenían motivos para lamentar la pérdida de su privilegiada existencia, cuando las bibliotecas se hicieron más abiertas y democráticas, y algunos de ellos llegaron a lamentar su democratización (Thomas, Chris, 1999:114).
Además de ser una experta conocedora de la Bibliografía rusa y de las Bibliotecas de la Europa Occidental, mostró un especial interés por las bibliotecas norteamericanas. Elaboró un programa de estudios de dos años de duración dirigido a la formación de aspirantes a bibliotecarios, que nunca se puso en práctica. Para el primer curso, entre otras actividades, estaba la lectura de veinte a treinta libros recomendados y al final del último año tendrían que elaborar un informe oral del practicum. Los objetivos del programa eran por un lado que los estudiantes analizaran los libros por su idoneidad a los lectores y previeran qué tipo de libros de lectura necesitarían los usuarios. Por otro, el objetivo de esta instrucción era entender la política y el mundo económico y lo que ocurre en la naturaleza y en la vida social. A partir de este intento de crear programas especializados para bibliotecarios, en 1918 se funda en Petrogrado el Instituto de Educación Extra-Académico que contaba con el departamento de Libro y Biblioteca. Experimenta varias denominaciones y llega a ser el Instituto Pedagógico de Trabajo Político-Educacional N. K. Krupskaya y en 1925 Instituto de Educación Política Comunista N. K. Krupskaya en el que se incluían más materias relacionadas con formación política-social que cursos especializados en biblioteconomía.
En todo este período, finales de los años veinte, el nivel de alfabetización creció rápidamente, especialmente entre las mujeres, aun cuando la “mejor” literatura no se lee. Tomó parte en la redacción de la legislación sobre bibliotecas rusas incluido el Decreto sobre la Centralización de las mismas
Krupskaya recibió la Medalla Anual a la mejor profesora y bibliotecaria de la Unión Soviética. Posiblemente, además, sea la creadora del sistema de clasificación de la Biblioteca Lenin según la cual, en una estructura jerárquica decimal y arborescente todos los conocimientos derivan del materialismo dialéctico.
A lo largo de su vida publicó más de 3000 libros, folletos, artículos, críticas, etc. Gran parte de su trabajo ha sido traducido a otros idiomas y lenguas de los pueblos de la Unión Soviética. La calidad del trabajo de Krupskaya en muchos campos ha sido aclamada por el estado soviético. Se le otorgó la orden de la Bandera Roja del Trabajo (1929) y la Orden de Lenin (1933), en 1931 fue nombrada miembro honorario de la Academia de Ciencias de la URSS.
Cuando Lenin se encontraba enfermo y la burocracia stalinista ya había decidido aislarlo, Nadezhda siguió transmitiéndole las novedades políticas y partidarias. Esto permitió que Lenin escribiera, poco antes de morir, su famoso Testamento Político en el que señalaba que Stalin “había acumulado demasiado poder dentro del Partido; tanto que no estaba seguro de que fuera a utilizarlo siempre con suficiente prudencia.” Para Trotsky, la muerte de Lenin y el comienzo del proceso de burocratización confundieron a Krupskaya: “su instinto revolucionario entró en conflicto con su espíritu de disciplina.” Así fue como, oponiéndose a la camarilla de Stalin, en 1926 se alineó por un breve lapso con la Oposición Unificada, de la que luego se alejó. Stalin colaboró con su aislamiento, rindiéndole honores respetuosamente por ser la viuda de Lenin.
Krupskaya murió un 27 de febrero de 1939. Trotsky, en su obituario, la recordaría con estas palabras: “Además de ser la esposa de Lenin –lo que por cierto no fue accidental- Krupskaya fue una personalidad destacada por su devoción a la causa, su energía y la pureza de su carácter. Indudablemente fue una mujer inteligente. Sin embargo, no es sorprendente que su pensamiento político no se haya desarrollado independientemente mientras estuvo con Lenin. Tuvo demasiadas ocasiones para convencerse de la corrección del pensamiento de él, y se acostumbró a confiar en su gran compañero y dirigente. Después de la muerte de Lenin, la vida de Krupskaya sufrió un vuelco extremadamente trágico. Fue como si tuviera que pagar por toda la felicidad que le había tocado en suerte.”
Trotsky agrega que “Stalin siempre vivió con el temor de que ella protestara. Sabía demasiado. Conocía la historia del partido y el lugar que allí ocupaba Stalin.” Y contra quienes le criticaron a Nadezhda que no fuera a fondo en la lucha política contra Stalin, Trotsky defiende la figura de esta revolucionaria de su generación con las siguientes emotivas palabras: “Nada más lejos de nuestra intención que criticar a Nadezda Konstantinova por no haber sido lo suficientemente decidida como para romper abiertamente con la burocracia. Personalidades políticas mucho más independientes que ella vacilaron, trataron de jugar a las escondidas con la historia y perecieron. Krupskaya se sentía muy atada por su sentido de la responsabilidad. Personalmente tenía el coraje necesario; le faltaba coraje mental. Con profunda tristeza despedimos a la leal compañera de Lenin, a una revolucionaria irreprochable y a una de las figuras más trágicas de la historia revolucionaria.”
Sus cenizas se encuentran en el muro del Kremlin junto al mausoleo de Lenin en la Plaza Roja de Moscú.
Fuentes: genroconclase; Nadezhda Konstantinovna Krupskaya (1869-1939): FEMINISTA Y BIBLIOTECARIA de Ana Ma Muñoz-Muñoz.
Llamar feminista a Krupskáya es un tremendo error. No conocer el origen burgés del feminismo y no conocer las reivindicaciones de revolucionarias como Krupskáya y Kollontái demuestra falta de estudio y mera praxis sin teoría. Repulsivo.
ResponderEliminarPensar que por no llevar la denominación de "feminista" se olvidan las cuestiones de las mujeres a resolver es gravemente estúpido. Las camaradas no eran feministas, y sin embargo lucharon por la emancipación de la mujer. Todos los camaradas, hombres y mujeres tranajadores/as tienen entre sus principales objetivos la emancipación de la mujer trabajadora y destruir la ideología dominante, es decir, la de la clase burguesa.
Arduo estudio antes de publicar, por favor.