sábado, 11 de febrero de 2012

Sylvia Plath. La busqueda de la perfección.


Ella fue la primera poeta en ganar un premio Pulitzer póstumo por The Collected Poems. Atrapada en el ambiente de apariencias que rondaban los años 50, había sido criada para ser complaciente, y quizás lo logró, fue complaciente con su familia, con los profesores, con el público que contemplaba su aparente matrimonio perfecto. Pero detrás de la típica ama de casa, encantadora y de amplia sonrisa y de la absurda puesta en escena, se encontraba una mujer apasionada, que no había logrado un matrimonio feliz, una mujer insatisfecha de sus logros a pesar de su tremenda genialidad. 


Sylvia Plath, llamada Sivvy familiarmente, nació el 27 de octubre de 1932 en Boston (Estados Unidos). Era hija de los maestros Otto Emil Plath, profesor universitario de alemán y biología en la Universidad de Boston (además de especialista en abejas), y Aurelia Schober, profesora de inglés y alemán, ambos de ascendencia alemana. Sylvia tenía un hermano menor llamado Warren, nacido en 1935.

En el momento del nacimiento de Warren la familia Plath se trasladó a Withdrop, localidad costera que provocó un vital contacto con el mar para la pequeña Sylvia que mostró gran talento a una edad temprana, al publicar su primer poema con 8 años. Su padre murió en esa época, el 5 de octubre de 1940, acontecimiento que sobrepasa el vacío de una niña consciente de que esa pérdida la marcaría a lo largo de sus 30 años (Ya no me quedas no me calzas más/zapato negro, nunca más. /Allí dentro vivía como un pie/durante treintaitantos años, pobre y blanca,/ sin atreverme a respirar ni decir achú.).

La relación con sus padres fue siempre atormentada y difícil. Especialmente con su padre, de quien llegó a decir: “era un autócrata… yo le amaba y le despreciaba a la vez, y probablemente deseé muchas veces que estuviera muerto.” Llegó incluso más lejos configurándole en el conocidísimo poema “Daddy” (“Papaíto”), como un personaje ario y antisemita, influida sin duda por su origen alemán.

Cuando la becaron para estudiar en el Smith College de Northampton (Massachusetts), donde permaneció entre 1950 y 1955, empezó a escribir disciplinadamente, pero la búsqueda obsesiva de la perfección, las presiones a que fue sometida y la lucha por conseguir premios literarios la debilitaron física y psicológicamente y la llenaron de aprensiones de muerte. En el instituto publicó su primer texto, un relato corto titulado “And Summer Will Not Come Again” que vio la luz en la revista “Seventeen”. “Sunday At The Mintons”, publicada en 1952 durante su etapa universitaria en la revista “Mademoiselle”, fue su primera historia galardonada. 

A los 19 años intenta suicidarse por primera vez por ingesta de tranquilizantes que sólo le producen una pérdida de conocimiento. Tras la terapia de electroshocks llega una lenta recuperación y poco a poco todo vuelve a la normalidad. Al terminar el tratamiento confiesa en sus diarios que su verdadero problema eran los celos. 

"Tengo celos de los hombres. Una envidia profunda y peligrosa que puede corroer, imagino, cualquier tipo de relación". Plath reflejaría todas estas vivencias en su novela autobiográfica “ La campana de cristal”, firmada con el seudónimo de Victoria Lucas.

Su tesis de graduación se centra en el uso del doble en la obra de Dostoievski. Ella misma se sentía cada vez más pendiente de una duplicidad, en la que su segundo yo era un hombre. Y a veces adopta la fría mirada del macho: "Soy en parte hombre, y me fijo en los pechos y las caderas de una mujer con el cálculo de un hombre escogiendo a una amante".

Cuando volvía sus ojos a la mujer, la mirada no era benévola. "Entro en el juego de la dulce virgen americana, vestida para seducir", escribe burlándose de su afán por ajustarse a la imagen de cierto ideal femenino. Porque el juego de la seducción, la caza del hombre, la fascinaba y la asqueaba a la vez. Se ve a sí misma a veces como "una vampiresa", que no repara en "castrar a esos arrogantes que se vuelven críos en el momento de la pasión". Los hombres son un tema persistente en estos diarios juveniles en los que las mujeres apenas aparecen, y si lo hacen es en forma de rivales.

Cuando llegó a Cambridge con una beca en 1955 manifestaba estar buscando "un gran amor, peligroso y explosivo". Y lo encontró al poco tiempo en Ted Hughes, un poeta que comparte sus sueños. La pasión que surge entre ellos parece compensar su desasosiego. Plath relata que en su primer encuentro él "estrelló" su boca contra la suya. "Cuando él besó mi cuello, yo le mordí la mejilla con fuerza". Se inicia así, una pasión y un amor completos que la transforman y con los que parece encontrar finalmente la felicidad. Se casan en junio de 1956. "Atrás quedan esos días en busca de la satisfacción egocéntrica de conquistar hombres que se iban derrumbando uno a uno", escribe. Plath y Hughes vivieron y trabajaron en Estados Unidos desde julio de 1957 hasta octubre de 1959, periodo durante el cual Plath daba clases en Smith College.

En Estados Unidos, la escritora entra en contacto con un grupo de poetas que marcarían para siempre su forma de escribir, convirtiéndose en seguidora de la poesía confesional, caracterizada por la expresión de sentimientos privados a través de la escritura. En 1959 nace su hija Frieda y es entonces cuando escribe La campana de cristal. Vivió junto con Hughes en Londres durante un tiempo, y después se asentaron en North Tawton, un pequeño pueblo en Devon. Publicó su primera recopilación de poesía, “El coloso” en 1960. En febrero de 1961 tuvo un aborto. Algunos de sus poemas hacen referencia a este hecho. Tuvieron problemas con su matrimonio y se separaron menos de dos años después del nacimiento de su primer hijo. Su separación se debió sobre todo a la aventura amorosa que Hughes tenía con la poetisa Assia Wevill, pero hay quienes especulan que Olwyn Hughes, hermana del poeta, interfirió de manera decisiva en su relación.



Plath retornó a Londres con sus hijos, Frieda y Nicholas. Alquiló un piso donde había vivido W. B. Yeats; esto le encantaba a Plath y lo consideró un buen presagio cuando comenzaba el proceso de su separación. El invierno de 1962/1963 fue muy duro. A principios de 1963, con sus dos hijos y sin mucho dinero, llevaba ocho meses separada de su marido. Su matrimonio de siete años se había desmoronado como un castillo de naipes, y son precisamente esos ocho meses el motor que la impulsarían a crear los poemas más deslumbrantes de su época los cuales fueron recogidos en forma póstuma por el mismo Ted en Ariel y Árboles Invernales.

En algunas de sus biografias, la historia de Silvia y su esposo Ted es la de un matrimonio destruido por la infidelidad y los celos. El abandono de Ted en el mundo emocional de Silvia se traduce en sentirse desolada, nuevamente sola. La dureza de esos días hizo incrementar su necesidad de escribir y trabajaba incansablemente durante la noche en sus poemas, en los cuales la muerte era observada como un alivio síquico cada vez más cercano. El 11 de febrero, con un frío mortal, Sylvia se levantó muy temprano y llevó al cuarto de los niños una bandeja de desayuno con pan, mantequilla y dos jarritas de leche. Se encerró en la cocina, tapó todos los resquicios con toallas y luego abrió las llaves del gas. Está enterrada en el cementerio de Heptonstall, West Yorkshire.

La muerte adquiere especial relevancia en su obra. Silvia siempre sintió una especial atracción por el suicidio. En el verso la muerte es tratada como una danza que se tiene que ejecutar cada cierto tiempo, en realidad cada década marca un incidente trágico, porque a los 10 años murió su padre, (Sin embargo, soy la misma, idéntica mujer./La primera vez que sucedió tenía diez./ Fue un accidente), (La segunda vez pretendí/ Superarme y no regresar jamás./Oscilé callada./Como una concha marina./Tenían que llamar y llamar/Recoger de mí los gusanos perlas pegajosas).



Aunque durante mucho tiempo se consideró que sus repetidas depresiones e intentos de suicidio se debieron a la muerte de su padre cuando ella contaba con nueve años, pérdida que nunca logró superar, hoy se cree que padecía trastorno bipolar.

Su viudo, Hughes, se convirtió en el editor del legado personal y literario de Plath. Supervisó y editó la publicación de sus manuscritos. También destruyó el último volumen del diario de Plath, que trataba del tiempo que pasaron juntos. Se ha acusado a Hughes de intentar controlar las publicaciones para su propio beneficio, lo que él ha negado enérgicamente, aunque llegó a un acuerdo con la madre de Plath, Aurelia, cuando ésta intentó evitar la publicación de las obras más controvertidas de su hija en Estados Unidos, lo cual para muchos fue muy egoísta por parte de Hughes.

Los primeros poemas de Plath fueron recopilados en su primer libro, El coloso (The Colossus); aunque bien recibido por la crítica, ha sido a menudo descrito como convencional y carente del drama de sus obras posteriores. Ha habido mucho debate sobre cuánto se vio Sylvia Plath influenciada por el trabajo de Hughes. La propia poetisa admite, en sus diarios de vida, sus propios intentos por explorar la animalidad y salvajismo que distinguen la obra de Hughes. De hecho, el poema Panther fue escrito poco tiempo después de conocer a Hughes, y está dedicado a él. Muchísimos artículos, ensayos y libros han surgido acerca de este tema. De todos modos está claro, por sus diarios y cartas, que admiraba mucho el talento de Hughes.

A pesar de las numerosas críticas y biografías tras su muerte, el debate acerca de las obras de Plath a menudo deja ver la lucha entre aquellos que están de su parte y aquellos que están del lado de Hughes. Una prueba del nivel de crispación son las repetidas acciones contra la palabra Hughes cincelada sobre la lápida de la tumba de Plath. Durante los años 70 predominaban las interpretaciones biográfico-psicoanalíticas de la obra de Plath, mientras que ya en los 80 y 90 se prefiere un estudio crítico feminista y de género. Esta diferencia se percibe sobre todo en la comparación entre las biografías de Plath que ha tenido lugar desde entonces, así como en la obra crítica que se ha dedicado a esta autora.

La historia de la escritora estadounidense y del escritor inglés Ted Hughes es una historia llena de mitos. Con la publicación en España en el año 2000, de Los diarios de Sylvia Plath,- que, tanto en español como la nueva edicición inglesa, incluyen fragmentos, antes censurados por Ted Hughes- salen, de nuevo, más artículos sobre la pareja, como ocurrió con la publicación del libro de poesía de Ted Hughes, Cartas de cumpleaños en 1998, que escribió durante 25 años tras el suicidio de Sylvia Plath.


Sylvia y Ted

Sylvia Plath es una mujer importante no por haberse suicidado, o por haber estado casada con Ted Hughes, o por ser un símbolo del feminismo. Es importante porque, habiendo sufrido, ella tuvo la necesidad y la valentía absoluta de mirar y expresarlo todo con una sinceridad a veces escalofriante. En su diario escribe (17/7/57): "Escribiré hasta que empiece a escribir sobre mi yo verdadero". El mito de Sylvia nos la dibuja como víctima de un mundo machista y víctima de un marido que la abandona, y como una americana en el exilio. Por otra parte, nos encontramos con el mito de Sylvia como poeta maldita y suicida, enfermiza y algo loca, demasiado atrevida para no dañarse a sí misma.

Sylvia no era una víctima del exilio por el hecho de ser una americana en el extranjero. Ella decía que se encontraba mejor en Europa que en su propio país, aunque sí echaba de menos a sus familiares; era una persona que se hubiera sentido extranjera en cualquier país. Como dice en su novela La campana de cristal, "[...] tenía que estar pasándomelo en grande, [...] tenía que estar ilusionada como las otras chicas, pero no conseguía reaccionar. Me sentía quieta y vacía [...] como el ojo de un tornado, moviéndome sin ninguna fuerza..."

Respecto al machismo y el abandono de su marido como posibles causas de su suicidio, hay que recordar que ella no tenía claro casarse y fue el conocer a Ted Hughes, también poeta, lo que la convenció. Aquí volvemos a encontrar las diferentes visiones sobre su relación. Algunas fuentes lo describen como una de las personas más alejadas del machismo, ya que se turnaban para escribir, incluso cuando tenían dos hijos que atender. Si no hubiera sido por un marido como Ted, probablemente no se habría casado por miedo a que el matrimonio le costara el sacrificio de su vocación de escritora. En su novela, ya citada, describe el matrimonio convencional como un estado totalitario:

"También recuerdo a Buddy Willard diciendo, con una seguridad siniestra, que una vez que me casara me sentiría diferente, que no iba a querer seguir escribiendo poemas. Entonces pensé que quizá fuera verdad, que cuando uno se casaba y tenía hijos era como un lavado de cerebro, y que después una iba por el mundo sedada como un esclavo en un estado totalitario".

En sus diarios, ella deja claro que el cuidado de los niños causaba conflictos tanto entre la pareja como en el trabajo que tenían como escritores. Sylvia Plath luchó por representar varios papeles que a menudo resultaban contradictorios, o por lo menos conflictivos entre sí: era madre, esposa, amante, artista.

 “Morir Es una arte”, para Silvia, una amante de la perfección, morir como todo lo demás era un acto que debía ser ejecutado con sumo detenimiento y precisión. Sin embargo el hecho de su muerte no tuvo mucha trascendencia para la prensa, debido a que no era muy conocida en el ambiente literario. Ya que hasta esa fecha su único libro conocido The Colossus, no había tenido demasiada acogida. En 1982, Plath fue la primera poeta en ganar un premio Pulitzer póstumo (por Poemas completos -The Collected Poems).



Soy vertical

Mejor querría ser horizontal.
No soy un árbol con raíces hondas
en tierra, sorbiendo minerales y amor materno,
refloreciendo así de marzo en marzo,
reluciente, ni orgullo de parterre
blanco de admirativos gritos, muy repintado,
y a punto, ignaro, de perder sus pétalos.
Comparado conmigo es inmortal
el árbol, y las flores más audaces:
querría la edad del uno, la temeridad de las otras.

Esta noche, en luz infinitésima
de estrellas, árboles y flores
han esparcido su frescura aulente.
Yo entre ellos me paseo, no me ven, cuando duermo
a veces pienso que me les hermano
más que nunca: mi mente descaece.
Resulta más normal, echada. El cielo
y yo trabamos conversación abierta, así seré
más útil cuando por fin me una con la tierra.
Árbol y flor me tocarán, veránme.

Su obra:
Poesía

    El coloso (poesía) (The Colossus) (1960)
    Ariel (1965)
    Cruzando el agua

Prosa

    La campana de cristal (The Bell Jar) (1963) con el pseudónimo de "Victoria Lucas".
    Cartas a casa (Letters home) (1975), enviadas a y editadas por su madre.
    Johnny Panic y la Biblia de sueños (Johnny Panic and the Bible of Dreams) (1977)
    Los diarios de Sylvia Plath (The Journals of Sylvia Plath) (1982)
    The Magic Mirror (1989), la tesis para Smith College.
    The Unabridged Journals of Sylvia Plath (2000)

Obras para niños

    The Red Book (1976)
    The It-Doesn't-Matter-Suit (1996)
    Collected Children's Stories (2001)
    Mrs. Cherry's Kitchen (2001)




Fuentes: Roxana Ghiglino en la siega XX; Lisa Liibbe Lara. Wikipedia. Fietta Jarque para El País.



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